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María Montessori

Ella fue una mujer excepcional y pionera en su tiempo: médica, pedagoga, psiquiatra, filósofa, humanista, activista feminista, sufragista italiana y devota católica. A la edad de 26 años, en 1896, se convirtió en una de las primeras mujeres en obtener el título de médico en Italia.

Posteriormente, dedicó su vida a la educación, desarrollando una filosofía educativa revolucionaria que lleva su nombre y que se basa en principios de pedagogía científica.

El Método Montessori, como se le conoce, ha transformado la manera en que entendemos el aprendizaje, fomentando la autonomía, el respeto y el desarrollo integral de los niños. Hoy en día, su legado perdura en numerosas escuelas públicas y privadas alrededor del mundo, donde su visión sigue impactando generaciones.

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Las neurociencias y la psicología cognitiva confirman hoy los principios generales que sustentan la educación  Montessori.

Un estudio reciente pone de manifiesto las habilidades sociales y académicas superiores de los niños educados en un ambiente Montessori.

María Montessori identificó que el desarrollo humano se divide en cuatro períodos evolutivos llamados “Planos del Desarrollo”. Cada uno de estos planos tiene características únicas y esenciales que sientan las bases para el siguiente.

Montessori lo compara con la transformación de una oruga en mariposa: aunque ambas son radicalmente distintas, la belleza y plenitud de la mariposa solo son posibles gracias a la vida previa como oruga. De la misma forma, el desarrollo futuro de un niño depende del cuidado y la atención que reciba en el presente.


Ella enfatiza:
“Para construir el futuro es necesario vigilar el presente. Cuanto más cuidamos las necesidades de un período, mayor éxito tendrá el período siguiente”.
Esta visión destaca la importancia de respetar las etapas naturales de crecimiento, asegurando que cada una sea vivida plenamente para alcanzar el máximo potencial en la vida adulta.

(La Mente Absorbente, María Montessori, Editorial Diana, 1998, pág. 245).

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